domingo, marzo 08, 2009

Argumentum Maradonicus

Hace unos días me encontraba visitando a un amigo. En la casa había un niño que efrentaba una especie de crisis de fe o de lealtad: sus simpatías oscilaban entre dos equipos de fútbol antagónicos. En algún momento todos los presentes declararon, a manera de ejemplo aleccionador, su propio apoyo incondicional a tal o cual club. Yo permanecí callado, pero la infancia es más suspicaz, o más cruel, por lo que me vi de pronto interpelado:
"¿Y vos, de qué cuadro sos?"
Murmuré algunas palabras resignadas, a todas luces insatisfactorias. "No es de ninguno. A él no le interesa el fútbol", explicó mi amigo, con aplicada paciencia, exigida probablemente por la edad del interlocutor y por la secreta ignominia de tal revelación.
Acaso por primera vez en su vida, el niño tuvo conciencia de ser testigo de un escandaloso desequilibrio en la trama de la realidad:
"¿De ningún cuadro? Vos no tendrías que existir en este universo."
Por supuesto, su conclusión era lógica, prístina, convincente. Recuerdo haber pensado "este chico tiene alma de teólogo, o de delantero". Guardo también la sensación de hacerme gradualmente más pequeño, más inconsistente ante su mirada.