lunes, mayo 24, 2010

De la culpa (Tumultos gramaticales)

La cuestión es tan vieja como el lenguaje, y tan conocida como imposible:

¿Qué es más reprochable, decir algo incorrecto (a la persona incorrecta, en el momento incorrecto, etc.) o callar la 'palabra justa' (a la persona apropiada, en el momento apropiado...)?

Esta es una pregunta que nadie puede responder como debiera, y ante la cual nadie es tan fuerte como para callar de la manera adecuada. He ahí lo que (imprudentemente, inevitablemente)
algunos llaman Historia y otros, Infierno.

(Nota al pie)

Por algún descuido que me hizo ojear palabras de Borges y de Wittgestein más o menos al mismo tiempo, se me ocurrió la monumental estupidez de presentarles aquí --como si se tratara de una novedad-- algo que nadie en su sano juicio se ha atrevido nunca a ignorar*: que el problema ético es equivalente al problema semántico, y no menos complejo.
Un Adán ideal habría tenido que inventar un nombre para cada cosa del universo (lo que sería al menos tan trabajoso como crear cada una de las cosas). De manera análoga, un Moisés ideal (o medianamente competente) se habría visto en la obligación de componer una lista de máximas no menor al conjunto de todas las acciones posibles, de cada persona posible, en cada momento posible**.
Puede ser que una inadvertida confusión milenaria me haya hecho pasar por alto (y pretender intuir por mi cuenta) el simple hecho de que el problema de los verbos no es menos complejo que el de los sustantivos (o nombres propios).
'Decir' y 'callar' son, después de todo, verbos -o nombres de verbos-; pero si su utilidad consiste en nombrar acciones, hay que reconocer que hacen un pésimo trabajo. (¿Cómo usar el mismo nombre para el acto de escribir estas palabras y el de escribir otras cualquiera? ¿Cómo afirmar que todas las personas que callan llevan a cabo actos incluso remotamente parecidos?)


*Y acá no se vale citar filósofos, porque nadie (en su sano juicio) estaría dispuesto a poner las manos en el fuego por la salud mental de esa gente.

**El resultado, según Witgenstein, sería un libro que destruiría como en una explosión todos los demás libros del mundo. Creo que se olvida de aclarar que tamaño despliegue pirotécnico constituiría un vano golpe de efecto. Para el momento en que tal compendio hubiera sido completado, ya no habría bibliotecas, ni universo, ni ojos capaces de recorrer sus páginas.