domingo, noviembre 01, 2015

Andreson y Villari (En esa magia estaba...)

Bioy Casares decía que el recuerdo que nos deja una lectura puede ser más importante que esa lectura. Hasta hace unos minutos, mi memoria de Los asesinos incluía una vieja cama de hierro y terminaba con la víctima mirando la pared de su cuarto. Al mismo tiempo, sospechaba que en los límites de esa narración el asesinato nunca se consuma; la identidad del condenado se reduce a un nombre, su procedencia extranjera, su calma rutina y cierto plausible pasado de violencia. Es en La espera, de Borges, donde se formula la elipsis complementaria. El artilugio es tan preciso que si no fuera por el azar (y por el bueno de Foster Wallace) yo seguiría recordando ambos relatos como uno solo.