viernes, octubre 10, 2008

Una confusión cotidiana

Suele suceder que dos personas discuten sobre cierto tema, pero no llegan a ponerse de acuerdo. También sucede, muchas veces, que en realidad parece que se trata todo de un equívoco, y que los interlocutores, a pesar de ser de la misma opinión, no "saben que ya están de acuerdo" debido a que se expresan de manera diferente.
Podría plantearse que ambos estaban de acuerdo "en el fondo" (aunque "en la superficie" parecieran no estarlo). Y si planteáramos ese "en el fondo", a la manera de Chomsky, como un lenguaje "profundo" compartido por ambos, nos encontraríamos en un verdadero problema.
Efectivamente, se necesitaría un tercero capaz de "ver" ( de "comprender") esa forma profunda compartida en la discusión de los primeros dos. El problema es que ahora necesitaríamos una cuarta persona capaz de dar cuenta, a su vez, de "lo profundo" compartido entre este tercero y los del diálogo original, y así al infinito.
O, de otra forma, ¿cómo haría este tercero para explicarles a los otro dos el hecho de que su disputa es sólo aparente? Si utilizara directamente este lenguaje común ("profundo", "primario", etc.) --y aún no sabemos cómo podría hacerlo-- resultaría que ninguno de los dos lo comprendería (ya habíamos dicho que allí se encontraba, precisamente, el malentendido) Podría optar por dirigirse alternativamente a cada uno de ellos en la forma "secundaria" ("deformada", "derivada") propia de cada uno. Pero, entonces, cada uno escucharía solamente una repetición puntual de sus propios argumentos, y por ese lado tampoco avanzaríamos. Y eso por no hablar de los superpoderes lingüísticos de la mentada tercera persona, capaz de comprender ambas formas "secundarias", traducirlas al "lenguaje profundo", saber a ciencia cierta que éste es tal (es decir, el único lenguaje profundo posible). Su propio discurso estaría, potencialmente, "libre de deformaciones", pero aun así, compartiría al mismo tiempo las "formas degeneradas" o "secundarias" utilizadas por cada uno de los otros.
Sería un bicho raro este tipo ¿acaso un dios? Lamentablemente, como todo dios, estaría infinitamente solo, infinitamente más solo que los dos polemistas originales.
Sin embargo, también ocurre que a menudo estos tipos siguen discutiendo y, en ese momento o en otro, de alguna manera logran ponerse de acuerdo (de ahí la impresión con la que comenzábamos) sin ninguna ayuda sobrenatural. ¿Qué pasó aquí? ¿Uno de los modos de expresarse "se impuso" al otro? ¿O ambos se modificaron mutuamente dando lugar a un nuevo modo de expresarse, digamos, sintético; compartido, sí, pero no ya de manera trascendente, o a priori, sino de manera, por decir así, concreta, construida, práctica? En el primer caso podemos suponer que la forma de expresión que se impuso era inherentemente superior; al fin y al cabo, que ese interlocutor "tenía razón" y el otro no. Pero no se entiende cómo podría darse esto si no hubiera tenido lugar la segunda opción (la síntesis), ya que de otra manera permanecerían ambos en el mismo plano, y no dejarían nunca de oponerse como iguales.
Y no estoy seguro si esto es idealismo o expresión de deseo, o alguna otra cosa. Pero parece ocurrir así, o al menos parece que se lo puede comprender de esta manera. Acaso se lo pueda comprender también de muchas otras, y sería interesante tratar de ponernos de acuerdo sobre ellas.



Anexo 1 (todo muy lindo, pero...)

...seamos justos: este divino tercero podría argumentar que él posee la "regla" para reducir cada uno de los lenguajes derivados de un lenguaje común (al menos hasta ahí me dio la cabeza para entender a Chomsky). Pero el problema sigue siendo cómo hacer entender esta "regla" a los dos polemistas. Porque si esta regla debe ser aceptada, parecería que también debería ser "contrastable" con algo. Pero ese "algo", ¿no es justamente aquello cuya existencia está tratando de PROBAR "el tercero"?
Ahora me doy cuenta de que evidentemente la solución de la "acomodación mutua" o "síntesis" también es un poco "mágica", porque también dependería de algún tipo de "regla de la síntesis"( o "forma...) que presentaría problemas análogos a los del "lenguaje profundo" de Chomsky. O bien sería ella misma indeterminada y un poco como el producto de cierta (inexplicable) acción divina.
Lo más seguro es que me faltan categorías y estoy planteando el problema de la peor manera. Entre otras cosas, no sé cómo definir "ponerse de acuerdo", "comprender al otro","hacerse entender", "comprenderse mutuamente", etc.
A estas alturas ya no estoy convencido de si lo más sano es seguir investigando o dejarme de molestar con un problema que evidentemente me supera, y que después de todo por ahí ni siquiera sea un auténtico problema.
Como diría Felipe, "¿Justo a mí me tenía que tocar ser como yo?"

Nueva etiqueta

El post anterior tiene la etiqueta Apuntes. Antes no publicaba estas cosas en el blog, pero llegué a la conclusión de que acá tengo menos despelote que en mis cuadernos. A falta de mejor archivo, y de toda vergüenza, decidí poner algunas de esas cosas acá.
Como siempre, se agradecen los comentarios. Lo único que les pido es que no me salgan con eso de : "esto ya lo dijo/pensó/escribió Fulano o Mengano". Créanme: es el comentario menos original de todos.

Lo dicho (Backstage)

(...viene de alguna otra cosa, que ahora no puedo encontrar)

OBJECIÓN. Posible petición de principio. Si decimos que todo lo que llamamos comunicación no es otra cosa que "apariencia de comunicación" o "representación de comunicación" estamos introduciendo lo definido en la definición.

POSIBLE RESPUESTA. Decir "la comunicación es apariencia de comunicación", es un acto comunicativo como cualquier otro; y como tal, apariencia. Equivale a decir que el discurso (o la comunicación que se "realiza" a través del discurso) carece de "interioridad" o "fundamento". Puede ser que esto no explique nada, o que sólo estemos exponiendo una obviedad, pero es importante porque da cuenta de esta propiedad de lo que llamamos comunicación: y es que ésta es capaz (o somos capaces en o por ella) de advertir justamente esa falta de "fundamento último". Así, comunicar sería mostrar la comunicación y, bien mirado, sería siempre mostrarla en su totalidad. Esto es, en su realidad de búsqueda (infundada) de un fundamento último, eternamente elusivo.
Es verdad, hay aquí una petición de principio, como en todos nuestros actos: era eso lo que intentábamos mostrar. Y ello, se entiende, en la medida en que puede ser mostrado, siempre insuficiente y contradictoria. Pero la opción contraria es no menos circular: intentaríamos entonces mostrar que nada puede ser mostrado. Y en ese caso, obviamente, estaríamos realizando exactamente el mismo movimiento, la misma petición de principio. Lo que se podría oponer, a su vez, a estas dos posiciones (en tanto que son la misma) no es siquiera concebible.
Y que no se diga tampoco que todo puede ser mostrado (en su totalidad), porque eso ya no sería "mostrar", ya no habría develamiento, movimiento, comunicación alguna (ni sujeto, ni signo, ni mensaje, etc.)