domingo, mayo 17, 2015

Otro Asterión

Hace tiempo que lo sabe o lo sospecha. Toda ofrenda es al mismo tiempo una exigencia.

Quieren saber cómo estoy, qué siento, en qué estoy pensando. ¿Proyectos? ¿Miedos? ¿Fobias? ¿Parafilias?

Y yo, nada. El aire húmedo, el olor de la primavera sin flores ni tormentas...

Acordarme así sin pensar que esto que siento es el olor lejano del mundo, que esto es el mundo. Y este quedarme mirando la taza de café, ni perplejo ni encantado, sin saber muy bien qué decirme. Sin ganas de gritar ni de matarme ni de llamarte ni de destrozarte para siempre ni de cuidar el estilo ni de perder (o rescatar) la elegancia. Ni de alejarme por un momento de esta intensidad (expresión imbécil -adolescente- esta intensidad... pero, a lo que iba). De esta intensidad deshabitada que no desespera ni reza ni busca redenciones
fáciles
ni heroicas
ni nada.

Yo nada.

Y tanto tanto tanto desprecio por las palabras que nada más que esto, palabras. Arrodillado sin moverme ante (bajo, cabe, con, contra, de, desde, entre, hacia, hasta, para, por...) las palabras.

Como hace mucho.

Cuando creía inventar cosas así. Cuando habitaba esta enérgica, calma inconsciencia lanzada a* aquellos blandos laberintos transparentes que todavía no eran uno solo, que todavía no tenía derecho a llamar míos.