jueves, junio 17, 2010

Y yo con estas mechas... (Ditirambo Evangélico)

Cada tanto aparece una obra en la que se utilizan exhaustivamente los recursos de un género para realizar una declaración o comentario sobre ese mismo género. Claro que no siempre es sólo un comentario. Cuando el experimento es exitoso, la narración estalla hacia el silencio y nos quedamos ahí... mirando el telón con cara de quien acaba de ser cómplice de algún crimen incomprensible.

Algunas veces, decía, alguien se atreve a contar una historia tan buena que nos convence de que de alguna manera ya la conocíamos.

Es algo bastante asombroso, aunque quizás no más que otras tantas cosas. Hay quien está convencido de que además se trata de un fenómeno de lo más corriente, y hasta trivial.

Yo creo que viene siendo algo relacionado con lo que el señor Hofstadter cree advertir en las fugas de Bach, y en las demostraciones de incompletud de Gödel. No es nada nuevo: cualquier Edipo es además un actor haciendo de Edipo; pero cualquier interpretación particular de Shylock, por reprochable que sea, es también --completamente-- Shylock. En Borges, por ejemplo, encontramos una y otra vez el interés por motivos similares (no sólo en ese Shakespeare que se sueña soñado, sino también en esa esfera con el centro en todas partes, o en esa jerarquía infinita de demiurgos chambones y un tanto resignados...).

Y acá uno se puede poner a citar desde la Poética de Aristóteles hasta las mitologías más oscuras que se le ocurran (incluido, por supuesto, el psicoanálisis). Llegado el caso, y si usted así lo prefiere, puede acudir al libro sagrado que le haya tocado en suerte.

En fin, creo que algo de eso es lo que se ha insistido en bautizar con los nombres de Vida, Idea , Belleza, o Dios, entre otros. Claro que tampoco se ha dudado en aplicarles aquellos que la tradición reputa como sus opuestos: digamos, Lucifer, Angustia"pulsión de muerte" o "filosofía".

(le vengo avisando que es un tema complicado, pero usted no quiere hacer caso...)


Si quiere entender lo que estoy tratando de callar, le aconsejo que empiece a pensar en duelos improbables y desmesurados en los que se juega el destino del universo. Pero también en adolescentes despistados, muy calientes, inocentes, cínicos y perversos --adolescentes promedio, digamos--. Ya que estamos en eso, no deje de imaginarse enigmáticas pichonas de pornostar S&M en envase cosplay  --con daddy issues y todo--. Después agregue divinidades sospechadas de cohecho y asociación ilícita, incontables referencias bíblicas, monólogos interiores expresionistas, y un variado repertorio de proyecciones metafísicas  completamente incompatibles entre sí. Tampoco se olvide de tener en cuenta la milenaria batalla entre el círculo y la cruz, los estragos ecológicos del capitalismo tardío, y hasta alguna intraducible cita de Schiller.

El poco intuitivo resultado es nada más y nada menos que una buena historia, apta --aunque no necesariamente recomendable-- para todo tipo de entusiastas nihilistas, incluyendo (pero no restringidos a):

* otakus con sobrepeso
* pajeros/as de todas las edades,
* geeks de cualquier nivel y afiliación,
* fanáticas de las novelas de la tarde,
* nostálgicos de los viejos buenos westerns,
* intelectualoides posmodernos en general,
* místicos/as,
* apóstatas,
* estudiantes avanzados/as de japonés,
* científicos/as,
* sacerdotes,
* demás indecisos/as inclasificables.

He aquí la buena nueva. A ver quién se la banca.