sábado, septiembre 06, 2014

Chimæra (crónica)

Patalear. Molestar. Ni siquiera es una condena. Es lo que hacemos. Es todo lo que podemos hacer.

¡No, no, no! –pensaba el monstruo chiquito (feliz inocente tibio tierno cruel intacto indestructible).

También podemos, con algo de práctica, aprender a patalear con estilo.

***

Y así el tiempo le fue desenterrando la tibia certeza de que la disciplina no tiene nada que ver con el estilo. Hubo quizás un primer instante en el que sospechó –todavía sin vértigo– que el virtuosismo no cabía en su presupuesto.

(Hoy adorna sin adornar las incómodas alturas de cierta afamada catedral parisina.)