Rara vez nos ponemos a pensar que alguna vez existió un mundo sin cine ni televisión. Rara vez nos atrevemos a la conclusión de que ese tipo de cosas son antropológicamente indispensables. Más raro todavía es que nos planteemos el origen de toda religión organizada como nada más que una variante de la misma necesidad: la de pasar el tiempo. Cuando lo hacemos, ya no nos parece tan extraordinaria nuestra contemporánea costumbre de congregarnos masivamente para aislarnos unos de otros.
Es bastante raro, incluso, que lleguemos considerar a la religión y al lenguaje como aliados que se alimentan de su recíproca traición. No es habitual en nosotros caer en la cuenta de que las peregrinaciones conviven con los talk shows, y los ejércitos coexisten con las bibliotecas. Que, a pesar de todo, sigue habiendo lugar para nuevas razas de cucarachas, virus, profetas, bacterias, paradojas y partículas subatómicas.
Casi nunca se nos ocurre que rebaño no es comunidad, y que soledad no es necesariamente independencia.
No es algo que suceda seguido, decíamos. Y sin embargo, alguna fresca mañana de otoño, nos quedamos sin argumentos para sostener lo contrario.
Y es una buena mañana.
3 comentarios:
Mientras sea una buena mañana, de esas de otoño como te gustan a vos, la soledad será independencia, Pancho.
Abrazos.
Alicia
Se nota que algo de pariente tenemos, pásate por mi blog y vas a entender que digo.
(eso si yo entendí que dijiste vos jajaja)
Gracia por pasar(y por comentar, aunque me conformo con lo primero, y ya es un abuso de mi parte...)
(corregí un par de errores que recién veo: hoy a la mañana no me dió ni para releer)
Saludos
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