lunes, febrero 15, 2010

y así seguimos... (Rorty por Abraham)

Lo que sigue no se relaciona directamente con mis intereses en filosofía, y seguramente no tiene demasiado lugar acá; pero tratándose de una anécdota que involucra a un reputado filósofo más o menos local, lo voy a publicar también en este blog.
Tomás Abraham escribe en su página una serie de entregas sobre Richard Rorty (núm 24, año 4, en adelante). Reconoce que emprende la tarea de leer al autor anglosajón (y otros autores relacionados) después de casi cincuenta años de lecturas filosóficas, varios libros publicados, etc. Reconoce, asimismo, que no entiende a Davidson, y ofrece una caricatura desdeñosa de Searle (creo que se olvida de aclarar que tampoco lo entendió, o quizás esté convencido por las argumentaciones de Rorty, y ya no le interese demasiado hacer el esfuerzo).
Lo más interesante de todo es que, a pesar de sus "confesiones" de no entender demasiado de estos temas, Abraham no se ahorra críticas contra estos autores, "explicándole" al internauta las razones por las que no vale la pena adentrarse en sus obras. Como suele suceder cuando uno opina sobre cosas que no entiende (como es el caso, por ejemplo, del blog que están leyendo en este momento) sus argumentos se parecen demasiado al sermón dominguero y desganado de un sacerdote de pueblo, o a las fáciles diatribas de pasillo que pueblan las horas de los estudiantes de filosofía y letras.
Es decir, puede ser que, después de todo, se trate de verdades inmortales, pero se parecen demasiado a boludeces.
Un ejemplo, y me dejo de molestar:

"La lectura de estos filósofos ordinarios nos sepultan (sic) en los meandros de una nueva escolastica que recorta cada hilo discursivo en numerosos filamentos y producen la apariencia de un saber consistente." (núm 4, año 5. Rorty 23, Los metadiscursos)

A partir de la entrega 25 comienza una suerte de apología de John Dewey, rescatado del olvido filosófico por el propio Rorty. Es interesante, aunque a estas alturas dudo de que se trate de una fuente de información demasiado confiable. Ah, por ahora, de Peirce ni noticias, supongo que quedará para las siguientes entregas.
(ver también De Inquisiciones cruzadas ("Estamos en problemas") )

3 comentarios:

josé luis sabellotti dijo...

Pero..., no se enchinche con el tarta...
Conclusión: leer lo que a uno le apetezca!! Me salió en gallego...
Por ejemplo: hasta la teodicea del idealismo alemán tan querida por mis colegas, ja, ja...

Juan Rizzo dijo...

Ok, tenés razón. Por ahí no es para tanto. Igual no hay necesidad de ponerse a escribir un libro sobre autores que uno declara no entender demasiado. Digo, puede ser una linda veta literaria, pero es medio chapucero si uno tiene ciertas pretensiones filosóficas.
Todo lo cual, aclaro por las dudas, no quiere decir que tenga nada contra Abraham. Muchos grandes filósofos han dicho más de una boludez sin que por eso se los considere unos "boludos", cosa que jamás me atrevería a afirmar de don Tomás. Además, estoy seguro que sus textos sobre Lacan, Foucault o Deleuze son mucho más interesantes, concienzudos e inspirados que el que ocupaba mi post. Por desgracia, aún no los leí (ante la ignorancia, supongo que lo más prudente es abstenerse tanto de la crítica como del encomio).
Estoy de acuerdo en que hay que leer lo que a cada cual le interese (y como a cada quien le interese leerlo). Pero no por eso podemos esperar que a todo el mundo le interese lo que tenemos que decir sobre nuestras lecturas.
En resumen,(por antipático o "escolástico" que suene)estoy convencido de que el eclecticismo más radical no es excusa para la falta de rigor. Otra de mis posiciones dogmáticas es que la ignorancia no debería ser nunca fuente de orgullo. Está bien admitirla, cuando es necesario, pero exponerla voluntariamente me suena más bien a un acto de impudicia. (y sí, ando hecho un viejo choto y moralista, qué se le va a hacer...)

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

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