Por obra de algún oscuro mecanismo (fisiológico, según sus propios cálculos) el tipo suele encontrarse despreciando activamente a todo tipo de profeta. Los síntomas van desde la náusea leve hasta algo bastante cercano a la catatonia (pasando por la molesta compulsión de vomitar pretenciosas declaraciones).
Como aún no ha encontrado un método para oponerse a las propias tripas, lo inquieta bastante el pequeño detalle de que son precisamente esos síntomas los que -a grandes rasgos- distinguen a los profetas de todas las épocas y geografías.
Con razón estos tipos nunca tuvieron sindicato (ni obra social)...
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