jueves, agosto 25, 2011

Me llamaban Caín. (derivativo)

«Los ojos de tu carne ven el brillo
Del insufrible sol, tu carne toca
Polvo disperso o apretada roca;
Él es la luz, lo negro y lo amarillo
Es y los ve. Desde incesantes ojos
Te mira y es los ojos que un reflejo
Indagan y los ojos del espejo.
Las negras hidras y los tigres rojos
No le basta crear. Es cada una
De las criaturas de Su extraño mundo:
Las porfiadas raíces del profundo
Cedro y las mutaciones de la luna.
Me llamaban Caín. Por mí el Eterno
Sabe el sabor del fuego del infierno.»

"Él", JLB, El otro, el mismo (1964), En Obras Completas, p.898.

*Y acá, por Pedro Aznar, con la rabia (inevitable) de toda lucidez inesperada.


** Ya que estamos derivando, aprovechamos para inaugurar la sección "vértigos afines",
invitándolos(as) a darse una vuelta por el post "Sobre la Nada", de Valentín Ibarra, un amigo de la casa.

 


4 comentarios:

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

Pseudo Dioniso Areopagita.
Personalmente adhiero (a costo de ser enviado a la hoguera por mis compañeros de gremio – entendido gremio a la usanza medieval) con la presentación que hace de él (Pseudo Dioniso Areopagita) el actual Jefe de Estado Vaticano y cabeza de la Iglesia: Benedicto XVI.
Creo que Pseudo Dioniso es un hombre humilde y brillante, sin consideraciones al respecto de la utilización de pseudónimos. Es en realidad un juego de máscaras – tal como lo hiciera también Soren Kierkegaard, al asumir desde diferentes personalidades (firmantes de sus obras y artículos) posturas concretas y relevantes.

Es un hombre que ante-pone al servicio de la verdad, el dialogo, el encuentro.
Cabe aclarar que el concepto de la verdad en plena transición desde la Patrística hacia la Escolástica es uno, absoluto y sin posibilidades de contrastes.
Pero lo saliente aquí es la fe que se antepone a uno mismo.

Esa fe que parece ser sin esperanzas, una fe asumida a la sin-red, ciega. La misma fe que aludíamos hace muy poco “la del carbonero”, pero con los necesarios recursos lógicos y retóricos, aclaremos que la fe del carbonero, es humilde (desde un ángulo opuesto y radical por discurso de clase y pertenencia).
Es todo esto, inentendible desde nuestras categorías modernas. Y es ahí el valor ético y de contexto que asumen los pensadores medievales.
Son inescrutables desde nuestra cosmovisión. Por eso cada autor, debe leerse en plena relación con su tiempo y espacio.

Juan Rizzo dijo...

Una de dos: o son "inescrutables" desde nuestra cosmovisión, o bien pueden "leerse en plena relación con su tiempo y espacio" (recordemos que "deber" implica "poder"). Pero lo primero parece contradecir lo segundo: no podemos "transplantarnos" a otra cosmovisión para leer nada, y si pudiéramos, no habría nada "inescrutable".

Juan Rizzo dijo...

Lo de firmar con otro nombre es irrelevante ("el autor" es una invención moderna, diría Foucault). Pero, justamente, si la autoría es secundaria, las apologías personales son innecesarias (el Falso Dionisio puede ser todo lo buena persona que quiera, pero lo que discutimos es el contenido de sus obras). Por último, es evidente que no soy experto en el tema, decía, nomás, que algunas de esas frases me "suenan raro", seguramente debido a algún defecto en mi lectura. Pero las lecturas defectuosas son las únicas que nos han sido dadas a los mortales, y no nos queda más que expresar nuestras dudas (aun a riesgo de excomunión). Como diría Don Falso (Areopagita): todo sea por seguir la conversación...
Un abrazo grande,
Pancho.

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

Concedo que lo mío no es precisamente el rigor quirúrgico de la semántica, sino el impacto léxico.
Aclarado esto y a sabiendas que me es mas factible tener una parcela junto al calefón que junto al buen libro (por demás impreso en la historia).
De todos modos, lo inescrutable es el pensamiento de aquel paradigma que es tan lejano a nuestras categorías cognitivas. Aún en una mirada racional de la fe. No es lo mismo fe en sentido medieval, que fe en sentido moderno.
A eso me refiero con la imposibilidad de comprender la profundidad (digamos) mística de aquel pensamiento y parados en ese punto preciso, es que podremos leer al autor en su tiempo y espacio.
Un saludo, y no me desvelan tampoco los debates medievales y ahora menos que nunca.
Usted sabe.