Afuera ya tan de noche que hasta parece un mundo en paz. Es el campo el que se mueve, mientras uno persiste firme y pacientemente acomodado en su butaca.
También afuera --acaso en otra galaxia-- las luciérnagas juegan a defender hasta la muerte su intermitencia sutil y descarada. Ahí es cuando a uno le entra hambre de infancia; y es cuando uno se da cuenta de cuánto falta aún para llegar.
Es una nostalgia un poco tonta, es cierto; pero ya no se puede evitar querer ser (y de alguna manera ser) ese cazador de cinco años, sucio, cansado e inmortal (que acaso nunca fuimos). Respirar ese aire limpio de bajezas y pasado, atravesar fronteras que todavía elegimos desconocer; ser el oscuro y furtivo emperador entre las luces.
Ponerlas en un frasco de vidrio con agujeritos en la tapa y después, como si fuera la cosa más natural del mundo, apoyar el frasco en la mesita de luz y desafiarlas, o aceptar su desafío, de ver quién se apaga primero.
4 comentarios:
Me encantó Pancho!! Es verdad lo que vos decís, aunque uno nunca haya hecho ciertas cosas de chico, igual de grande siente nostalgia, tal vez justamente por lo mismo.
soy feliz,
desesperado solo y angustiado
devengo en calles
cómo una sombra sin cuerpo
cómo un azar sin días ni años
devengo
cómo todo el mundo
abre la boca
también digo cosas tontas, no como vos Pancho querido.... Alicia.
Me recomendaron este Blog ... decian que blogueabas de lo lindo ... es verdad ... saludos ...
Pa' el webeo, nada como un servidor, jeje. Ahora en serio; me halaga y me da un poquito de vergüenza viniendo de una especie de Blogmaster avezado como parece ser tu caso. Te contesto por acá porque para comentar en tu página todavía estoy esperando que se me ocurra algo ingenioso que realmente lo amerite.
Muchas gracias.
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