(Rajá, turrito, rajá...)
"Tolerar" significa, básicamente, aguantar, bancarse algo. Como cuando decimos que alguien tiene "tolerancia al alcohol (o al dolor)", etc. Los que repiten que "tolerancia es una palabra fea" porque remite a una "relación asimétrica" o alguna otra estupidez por el estilo no saben un carajo (y no tienen aguante, y no se la bancan). Claro que hay algo en lo que tienen razón: la tolerancia es, en cierto sentido, un "privilegio de los fuertes". Pero eso es simplemente porque no hay otra auténtica fortaleza (y no hay coraje más auténtico) que la tolerancia. No será mucho, pero es lo que hay. Pensar lo contrario es tomar la causa por el efecto; y eso es estúpido (o patológico).
domingo, enero 20, 2013
miércoles, enero 09, 2013
Hoy
Y te tirás de un primer piso, y de un segundo y de un tercero y de un cuarto. Y en algún momento ya no contás el cuento. Y eso se llama método científico. Y ya aprendiste algo. Y a quién le importa.
viernes, noviembre 16, 2012
Hoy me levanté irrefutable
Che, moralista... ¿por qué no me juzgás ésta?
O, en palabras de Orwell:
O, en palabras de Orwell:
«The distinction that really matters is not between violence and non-violence, but between having and not having the appetite for power. There are people who are convinced of the wickedness both of armies and of police forces, but who are nevertheless much more intolerant and inquisitorial in outlook than the normal person who believes that it is necessary to use violence in certain circumstances. They will not say to somebody else, ‘Do this, that and the other or you will go to prison’, but they will, if they can, get inside his brain and dictate his thoughts for him in the minutest particulars.»*
George Orwell: ‘Lear, Tolstoy and the Fool’
First published: Polemic, No. 7. — GB, London. — March 1947.
*La diferencia que realmente importa no es entre la violencia y la no violencia, sino entre tener apetito de poder o carecer de él. Hay personas que están convencidas de la perversidad de los ejércitos y las fuerzas policiales, pero que sin embargo son mucho más intolerantes e inquisitoriales que esa persona común que cree que es necesario utilizar la violencia en determinadas circunstancias. No le dirían a nadie: "Haz esto, aquello y lo de más allá, o irás a la cárcel"; pero si pudieran se le meterían en el cerebro y le impondrían hasta los más mínimos detalles de sus pensamientos.
*La diferencia que realmente importa no es entre la violencia y la no violencia, sino entre tener apetito de poder o carecer de él. Hay personas que están convencidas de la perversidad de los ejércitos y las fuerzas policiales, pero que sin embargo son mucho más intolerantes e inquisitoriales que esa persona común que cree que es necesario utilizar la violencia en determinadas circunstancias. No le dirían a nadie: "Haz esto, aquello y lo de más allá, o irás a la cárcel"; pero si pudieran se le meterían en el cerebro y le impondrían hasta los más mínimos detalles de sus pensamientos.
jueves, noviembre 01, 2012
Manifest Destiny
Mire, m'hijo, no es tan difícil... Está la honestidad y está la hijaputez. Los honestos laburan, porque dudan. Los otros, por supuesto, están llamados a cosas más grandes, y no se pueden permitir ese tipo de debilidades.
domingo, octubre 07, 2012
Sombra en la sombra (haiku-milonga)
Talla Mandinga:
el tiempo es de los otros,
mío el silencio.
jueves, octubre 04, 2012
Un Edén para imbéciles
Qué maravilloso si el sufrimiento sirviera para algo. Qué bueno sería si pudiéramos encontrarle alguna utilidad (como, por ejemplo, hacer funcionar una licuadora). Por fin podríamos dedicarnos a sufrir como Dios manda, o a hacer sufrir a los otros --tarea infinitamente más sencilla que la de ser feliz o tratar de hacer feliz a alguien.
jueves, septiembre 27, 2012
Retrato (en haiku)
Ego profundo
Como nube de pedos
Impenetrable
Como nube de pedos
Impenetrable
miércoles, septiembre 12, 2012
El botín de Sancho
Todo hombre es una isla.
(Go ahead, try and prove me wrong...)
(Go ahead, try and prove me wrong...)
domingo, agosto 12, 2012
Lukewarm(ish)
Se me ocurrió que lo que sigue podría ser una buena respuesta para quienes, no sin estridencia, insisten en expresar sus sinceras sospechas y su alarmada preocupación ante mi evidente "falta de fe", mi desvergonzado "escepticismo". Después de pensarlo mejor, recordé que la sordera y los gritos están estrechamente emparentados. Comprendí que mis tibias protestas serían recibidas con la justificada indignación que reservamos, por ejemplo, para los mimos y otros inadaptados por el estilo. Como conclusión, es irrefutable; pero no es ningún consuelo, se los puedo asegurar.
martes, junio 12, 2012
En sus palabras...
"...y es que nadie se atreverá a negar que nuestro proverbial valle de lágrimas resultaría infinitamente más soportable si cada uno de estos ínfimos, insípidos, cacofónicos pedantes consintiera en dar por consumada la mediocre desmesura de su abyecta existencia mediante el sencillísimo trámite de descerrajarse de una buena vez el plúmbeo proyectil justiciero que su parietal derecho pide a gritos."
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domingo, junio 10, 2012
Russell on Happiness (and parties)
« (...) O fijémonos en la gente que asiste a una fiesta. Todos llegan decididos a ser felices, con esa solemne determinación con que uno se resuelve a no hacer un escándalo en la consulta del dentista. Se sostiene que la bebida y la confraternización son portales hacia la felicidad, así que todos se emborrachan rápido y tratan de no darse cuenta de lo mucho que les repugnan sus interlocutores. Luego de beber lo suficiente, los hombres empiezan a llorar, lamentándose de no ser moralmente dignos de la devoción de sus madres. »
(Russell, Bertrand, The Conquest of Happiness, 1932.)
jueves, mayo 10, 2012
Casuística (Fragmento manuscrito)
[...]
S / D
[Párrafos ilegibles]
[Falta una página]
[etc.]
S / D
[Párrafos ilegibles]
... posibles factores hereditarios.
Al ser expuestos a determinadas combinaciones de palabras (que identifican inmediatamente como "Citas Célebres" o "Exquisitas Líneas"), así como ante la más mínima alusión a ciertos nombres propios (que indefectiblemente describen como "Grandes Autores") los sujetos manifiestan una considerable modificación en su expresión facial y proceden a adoptar un tono de voz más grave y exaltado durante el resto de la entrevista.
Si bien por el momento sólo se ha podido observar el fenómeno en especímenes de la clase en cuestión, resulta notable la que la reacción sea prácticamente la misma en todos ellos, independientemente de las diferentes condiciones (factores ambientales, etc.) en los que hasta ahora se ha podido implementar el mencionado protocolo.
Si bien por el momento sólo se ha podido observar el fenómeno en especímenes de la clase en cuestión, resulta notable la que la reacción sea prácticamente la misma en todos ellos, independientemente de las diferentes condiciones (factores ambientales, etc.) en los que hasta ahora se ha podido implementar el mencionado protocolo.
A modo de hipótesis explicativa, nuestros investigadores conjeturan algún súbito calambre abdominal, que en la gran mayoría de los casos parece presentarse acompañado por la sincera creencia de estar en presencia de cierto interlocutor invisible, que los sujetos denominan sencillamente "Posteridad". Se han confeccionado e implementado cuestionarios específicos al efecto de confirmar o refutar dichas hipótesis, aunque debe admitirse que nuestros más destacados expertos aún no han podido ponerse de acuerdo acerca del análisis correcto de los datos obtenidos.
[Falta una página]
Nuestro Instituto carece, por el momento, de los fondos necesarios para realizar investigaciones a mayor escala, pero confiamos en que el ministerio que Ud. representa esté dispuesto a ayudarnos a concretar lo que esperamos sean significativos avances en este incipiente y prometedor campo.
Atte. [etc.]
martes, abril 24, 2012
Los que buscan
Viejas en fila,
"Hoy llega el Padre Ignacio."
río tristezas.
Paraná, 24 de abril, 2012, 7:05 a.m.
jueves, marzo 22, 2012
Tetrafármaco (Jardín)
Río de dioses,
fracasos, contingencias,
muerte, dolores.
fracasos, contingencias,
muerte, dolores.
viernes, marzo 09, 2012
De Revolutionibus. (In)Corrección política.
En sus palabras,
Cambian el mundo. Dicen:
Revolución.
Revolucionan,
Dicen (en sus palabras)
Cambiar el mundo.
El mundo es mundo,
Dicen, y las palabras,
Revolucionan.
Revolucionan,
Cambian el mundo, dicen.
(Son sus palabras).
Palabran mundos
Mudos. Revolucionan,
Dicen (que dicen).
viernes, febrero 24, 2012
Dos ficciones sin moraleja
Pseudo Dionisio Areopagita reflexionó que si el nombre nos parece apropiado, es necesariamente engañoso, y que mientras más distancia haya entre lo que creemos que el nombre representa y aquello que efectivamente nombra, mayor es su exactitud y su verdad. El Dios de los Salmos es un hombre recio que despierta con resaca. Ese símbolo es infinitamente más cercano a Su divina naturaleza que los cotidianos rayos solares, el mundanal ciclo de las estaciones, los esporádicos relámpagos o los oscuros manantiales con los que se entretuvo por milenios la imaginación de los paganos. La Letra (que es el Verbo) enseña que toda Cercanía se engendra en la Distancia. Y en la Letra se inscriben los Nombres, que habitan (desbordan) la cercanía de lo incomprensible.
Funes, el personaje de Borges, pretendió imponer a la serie de los números naturales una análoga arbitrariedad nominativa:
ADDENDA:
Funes, el personaje de Borges, pretendió imponer a la serie de los números naturales una análoga arbitrariedad nominativa:
«En lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez; en lugar de siete mil catorce, El Ferrocarril; otros números eran Luis Melián Lafinur, Olimar, azufre, los bastos, la ballena, el gas, la caldera, Napoleón, Agustín de Vedia. En lugar de quinientos, decía nueve.»Más tarde intentó hacer lo mismo con las cosas del mundo, pero advirtió que el lenguaje resultaba insuficiente para nombrar cada detalle de cada uno de sus infalibles recuerdos, y desechó el proyecto.
ADDENDA:
«La relación entre las palabras y las cosas es simple a primera vista, pero resulta algo desconcertante para una mirada más atenta; se ha probado, por ejemplo, que hay más números reales que nombres posibles para ellos: ningún lenguaje puede contener nombres para todos los números reales, aunque sea factible construir en él una lista infinita de nombres.»
(Thomas Moro Simpson, Formas lógicas, realidad y significado. Eudeba, Buenos Aires, 1975)
Funes, evidentemente, no necesitaba perderse en la abstracción de los laberintos cantorianos para sentir de primera mano el vértigo inabarcable de los números reales. Por supuesto, Borges lo sabía muy bien; en el cuento sólo aparecen nombres de números naturales.
miércoles, enero 18, 2012
jueves, diciembre 29, 2011
Crónica (repetición intempestiva)
El tipo acaba de mudarse a un departamento nuevo. Aprovecha los días que no llueve para hacer un poco de limpieza y poner en orden sus cosas. El tipo conoce poco la ciudad, por lo que decide hacer las compras en el supermercado más completo que encuentra. A la salida, cargado como está, se le hace impracticable acometer a pie el relativamente extenso camino de regreso.
Se las arregla para llegar hasta la parada de taxis, abordar el primero de la fila, e indicar la dirección al conductor. En el camino, como era de prever, la charla discurre sobre el clima y las inopinadas incomodidades que suele éste infligir a los mortales. Y eso sin contar las verdaderas tragedias que llega a desencadenar sobre nuestros destinos. El calentamiento global y demás mitos de última hora son rápidamente descartados por el taxista; cuya excelente memoria evoca cierta dilatada lluvia de su juventud. Lluvia que dio en coincidir casi exactamente con la duración del viaje a Italia de su padre --mes, mes y medio, póngale usted...-- y que terminó por arruinar por completo la cosecha de su hermano. "Lluvias de ésas hubo siempre. Pasa que vienen cada tanto. La gente se olvida y después anda armando escándalo."
El tipo se queda con las ganas de preguntar qué cosechaba el hermano. Pero ya están llegando y él está demasiado ocupado buscando cambio para pagar justo y asegurándose de no dejar el paraguas olvidado en el asiento. Antes de bajar atina a coincidir con su interlocutor en que, a pesar de todo, ya es hora de que el tiempo se deje de joder y empiece a comportarse como Dios manda. Que al fin y al cabo ya estamos en otoño y no vendrían mal unos días más frescos y sin tanta humedad...
El tipo extraña a su familia. Trabaja demasiado y no tiene amigos. El tipo es distraído hasta la criminalidad, y confía a las regularidades externas la tediosa responsabilidad de mantenerlo dentro de los límites de la realidad o la cordura. Rompe innumerables veces su definitivo propósito de dejar de fumar. Encuentra y vuelve a perder el tenue equilibrio entre fe y desesperanza que hace que al fin se vaya a dormir sin otra compañía que su estúpida sonrisa.
Un día como cualquier otro, agobiado bajo el peso de las compras y la amenaza de la inminente tormenta, el tipo se encamina a la parada de taxis. Toma el primero y, una vez dentro, consigna lenta y prolijamente su dirección. Con prolijidad de mantra recién aprendido, piensa. Como cuando era chico, y recitaba cuidadosamente su número de documento, horrorizado de equivocarse y terminar siendo otro por culpa de una cifra fuera de lugar. Para distraerse de tan intrascendentes cavilaciones, o quizá por se le ocurre que es lo correcto, se dispone a "hacer conversación". Por desgracia, su poca experiencia en ese medio de transporte (unida a su completa ignorancia en materia deportiva) hacen que sólo le venga a la mente el tópico del clima. Área que, afortunada o inevitablemente, el taxista domina a la perfección. Para demostrarlo --como si hiciera falta-- se apresura a adelantar su opinión de que el presente estado de cosas poco o nada tiene que ver con la tala indiscriminada o el deterioro de la capa de ozono. Nadie mejor que él para afirmarlo. Justamente él, que en su juventud aguardó bajo ininterrumpido chaparrón el regreso de su padre desde Italia. Él, que sufrió como propia la cosecha arruinada de su hermano. Él mismo, que siempre llevó y seguirá llevando tranquilamente a sus pasajeros a destino, impermeable a calendarios y teorías.
El tipo baja del taxi, comprueba que no olvidó el paraguas, y sigue con su vida.
O eso intenta creer.
Se las arregla para llegar hasta la parada de taxis, abordar el primero de la fila, e indicar la dirección al conductor. En el camino, como era de prever, la charla discurre sobre el clima y las inopinadas incomodidades que suele éste infligir a los mortales. Y eso sin contar las verdaderas tragedias que llega a desencadenar sobre nuestros destinos. El calentamiento global y demás mitos de última hora son rápidamente descartados por el taxista; cuya excelente memoria evoca cierta dilatada lluvia de su juventud. Lluvia que dio en coincidir casi exactamente con la duración del viaje a Italia de su padre --mes, mes y medio, póngale usted...-- y que terminó por arruinar por completo la cosecha de su hermano. "Lluvias de ésas hubo siempre. Pasa que vienen cada tanto. La gente se olvida y después anda armando escándalo."
El tipo se queda con las ganas de preguntar qué cosechaba el hermano. Pero ya están llegando y él está demasiado ocupado buscando cambio para pagar justo y asegurándose de no dejar el paraguas olvidado en el asiento. Antes de bajar atina a coincidir con su interlocutor en que, a pesar de todo, ya es hora de que el tiempo se deje de joder y empiece a comportarse como Dios manda. Que al fin y al cabo ya estamos en otoño y no vendrían mal unos días más frescos y sin tanta humedad...
El tipo extraña a su familia. Trabaja demasiado y no tiene amigos. El tipo es distraído hasta la criminalidad, y confía a las regularidades externas la tediosa responsabilidad de mantenerlo dentro de los límites de la realidad o la cordura. Rompe innumerables veces su definitivo propósito de dejar de fumar. Encuentra y vuelve a perder el tenue equilibrio entre fe y desesperanza que hace que al fin se vaya a dormir sin otra compañía que su estúpida sonrisa.
Un día como cualquier otro, agobiado bajo el peso de las compras y la amenaza de la inminente tormenta, el tipo se encamina a la parada de taxis. Toma el primero y, una vez dentro, consigna lenta y prolijamente su dirección. Con prolijidad de mantra recién aprendido, piensa. Como cuando era chico, y recitaba cuidadosamente su número de documento, horrorizado de equivocarse y terminar siendo otro por culpa de una cifra fuera de lugar. Para distraerse de tan intrascendentes cavilaciones, o quizá por se le ocurre que es lo correcto, se dispone a "hacer conversación". Por desgracia, su poca experiencia en ese medio de transporte (unida a su completa ignorancia en materia deportiva) hacen que sólo le venga a la mente el tópico del clima. Área que, afortunada o inevitablemente, el taxista domina a la perfección. Para demostrarlo --como si hiciera falta-- se apresura a adelantar su opinión de que el presente estado de cosas poco o nada tiene que ver con la tala indiscriminada o el deterioro de la capa de ozono. Nadie mejor que él para afirmarlo. Justamente él, que en su juventud aguardó bajo ininterrumpido chaparrón el regreso de su padre desde Italia. Él, que sufrió como propia la cosecha arruinada de su hermano. Él mismo, que siempre llevó y seguirá llevando tranquilamente a sus pasajeros a destino, impermeable a calendarios y teorías.
El tipo baja del taxi, comprueba que no olvidó el paraguas, y sigue con su vida.
O eso intenta creer.
Publicado originalmente el 22 de abril de 2007, con el título de Uroboros (post de no-ficción).
domingo, octubre 23, 2011
Drogas Duras
Instrucciones para evitar resacas, adicciones y efectos secundarios.
No dejes que te convenzan de aspirar la luz de la mañana,
de aspirar a la grandeza, a la bondad, a la aspirina.
(Y, ya que estamos, por favor no te permitas chistes malos ni juegos de palabras ni guiños ni maldades ni fallos ni reincidencias ni redundancias ni dislálicas, obvias influencias.)
No te abandones al confortable sopor de la mediocridad pero aprende a escapar también del áspero y mezquino camino a la excelencia.
No leas Dostoievsky, ni Salinger ni Whitman. Sobre todo nada de Whitman. No importa cuántas veces te lo ofrezcan, no se te ocurra escuchar a la Negra Sosa, y menos a un tal Fandermole.
Bach, ni en broma; Hendrix, ni una dosis. Mantente lejos de todo tango y no accedas a la milonga traicionera. No añores la dulce zamba ni consientas el impúdico blues de los desesperados.
No transes ni por vicios menores. Resígnate a abdicar definitivamente de tus certeras opiniones, dejar Shakespeare a los eruditos, las caricias a las madres y los abrazos a los amantes.
No te zambullas jubiloso en la profunda superficie de la siempre inexplicable primavera.
No te asustes, no te emociones, no te humilles, no te traiciones. No pruebes nunca el tibio licor de la derrota.
No te enganches en el escepticismo y mucho menos en la fe: dura poco y de todas maneras es casi imposible conseguir de la buena.
No quieras enamorarte. No te enamores.
Aléjate de todo vértigo y todo misterio. Pero sobre todo, hagas lo que hagas, nunca, pero nunca te permitas soñar lágrimas de mujer.
No dejes que te convenzan de aspirar la luz de la mañana,
de aspirar a la grandeza, a la bondad, a la aspirina.
(Y, ya que estamos, por favor no te permitas chistes malos ni juegos de palabras ni guiños ni maldades ni fallos ni reincidencias ni redundancias ni dislálicas, obvias influencias.)
No te abandones al confortable sopor de la mediocridad pero aprende a escapar también del áspero y mezquino camino a la excelencia.
No leas Dostoievsky, ni Salinger ni Whitman. Sobre todo nada de Whitman. No importa cuántas veces te lo ofrezcan, no se te ocurra escuchar a la Negra Sosa, y menos a un tal Fandermole.
Bach, ni en broma; Hendrix, ni una dosis. Mantente lejos de todo tango y no accedas a la milonga traicionera. No añores la dulce zamba ni consientas el impúdico blues de los desesperados.
No transes ni por vicios menores. Resígnate a abdicar definitivamente de tus certeras opiniones, dejar Shakespeare a los eruditos, las caricias a las madres y los abrazos a los amantes.
No te zambullas jubiloso en la profunda superficie de la siempre inexplicable primavera.
No te asustes, no te emociones, no te humilles, no te traiciones. No pruebes nunca el tibio licor de la derrota.
No te enganches en el escepticismo y mucho menos en la fe: dura poco y de todas maneras es casi imposible conseguir de la buena.
No quieras enamorarte. No te enamores.
Aléjate de todo vértigo y todo misterio. Pero sobre todo, hagas lo que hagas, nunca, pero nunca te permitas soñar lágrimas de mujer.
(publicado originalmente el 12-02-08)
miércoles, septiembre 28, 2011
Aevum (Medioperfil)
Espera sin paciencia.
Nada en particular.
Sin convicción.
Arrinconado.
Resiste.
Y no sabe,
(nunca supo).
Aguanta, nomás,
viene aguantando.
Segundos, días
(y a veces menos).
No patalea
ni se resigna.
Ni da molestias
ni lástima
ni sombra.
Nunca juntó coraje
ni enemigos.
Es la inmunda gangrena
imperceptible
que espesa la sangre
de los piojos
de las pulgas
de los pelos
del culo
del perro más mugriento
de Satanás.
Nada en particular.
Sin convicción.
Arrinconado.
Resiste.
Y no sabe,
(nunca supo).
Aguanta, nomás,
viene aguantando.
Segundos, días
(y a veces menos).
No patalea
ni se resigna.
Ni da molestias
ni lástima
ni sombra.
Nunca juntó coraje
ni enemigos.
Es la inmunda gangrena
imperceptible
que espesa la sangre
de los piojos
de las pulgas
de los pelos
del culo
del perro más mugriento
de Satanás.
Ni puta idea.
Ni velorio.
Ni futuro.
Aguanta, nomás.
Imperdonablemente aguanta.
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